
Te escapas desde mi boca convertida en un vapor químico (tóxico) que ennegrece las paredes y araña los cristales. Te escapas por las rendijas furtivamente, secando las hojas de los arboles, devolviéndome al comienzo del invierno que nunca acaba. Asciendes, te impulsas, te dispersas por la atmosfera. Y amenaza lluvia ahí fuera. Lluvia engañosa, que promete juegos inocentes bajo la tormenta, con gotas aliñadas de cianuro.