domingo, 8 de agosto de 2010

La luz arañaba el cobertizo de madera, decorado con mis tripas resecas al sol, colocadas como guirnaldas cubiertas de moscas recordando la fiesta de la vispera. Dentro de esas cuatro paredes negruzcas y envejecidas estas tú. Oigo tus gemidos entrecortados mientras manos sucias, con piel bajo las uñas, recorren tu cuerpo. Varias manos de gente anonima que parecen conocerte, se paran en tus lunares, aprietan tus corvas, tu cuello, las muñecas, tus pechos. Te hacen trenzas en el pelo, guian su dedo camino abajo de tu columna vertebral.
Yo mientras me retuerzo fuera, La punta de mis tripas aun está dentro de mi. La prendo fuego y veo como un resplandor azulado avanza, ascendiendo y descendiendo alrededor del recinto, hasta que llega a una de las paredes. La casucha se prende, tus gemidos no se paran. Mi sonrisa aparece.
Siempre me gusto reir el último, no me lo tengas en cuenta.