domingo, 3 de abril de 2011

Fin de acto

Se ilumina el telón, el terciopelo rojo y el oro resplandecen y hacen vibrar los asientos. La función va a comenzar. La música asciende, es reconocible, nos hace creer que todos estamos unidos, que todos sentimos lo mismo. Un pequeño parón en la melodia anticipa tu aparición, el telón se abre.
Aparece tu brazo, blanquecino como una aparición fantasmal. Tu mano camina sobre el indice y el corazon y se dirige al proscenio. Tus uñas pintadas de croma se incrustan con el video de un amanecer industrial, sucio y de colores sospechosos. El público mira hipnotizado, el baile de tu mano zigzaguea, describe curvas imposibles, escribe palabras ambiguas sobre la piel de mi espalda. Por el camino vas dejando escamas de pintura verde como veneno para ratas. No miras hacia atras. Te mueves con soltura y sin consciencia entre lo que eres y lo que te gustaría ser. No te culpo, todos tenemos nuestra función, todos nos involucramos mucho con el personaje. Pero antes o después, la obra nos exige que le dejemos morir.
Así podemos volver a casa
y dejar de actuar de una puta vez

5 comentarios:

Roberto Tega dijo...

No

Unknown dijo...

Espero que esto no suene a despedida y a catarsis. Si es así, lo siento en el alma. Si es uno de tus brillantes textos, después de meses de silencio en la función, bajón total.

Un abrazo,


VD

Marián dijo...

¡¡BRAVO¡¡...
Espero tu representación de mañana...que será otra, siendo la misma...y si te aburres de ese papel, te inventas otro...siempre estamos interpretando algún papel, lo queramos o no....
Un saludito.

Anónimo dijo...

estoy con Vanity

siempre tengo hambre de tus poemas

de esa sensación táctil q resucitan sus palabras

desazón incertidumbre fascinación

y de todas formas el escritor como personaje es un papel q me gusta mucho
el tuyo entonces mucho más

Isra dijo...

La vida es ficción.
Siempre actuamos, y nunca se baja ese telón. No se muere el personaje que llevamos dentro...