Humo Azul

Aspiré del aire que surgía de cada uno de sus movimientos. La cadera, desnuda, balanceándose de izquierda a derecha. Si, mi tentación, sigue bailando. Te mueves como el humo, sutilmente, ascendiendo. Perdida entre un mar de luces y sombras consigues mantener a raya mis ganas de tocarte solo con la mirada. Tu boca se entreabre y da una calada a tu cigarro, dos, tres, cuatro caladas, pero nunca cinco. Fumar para ti es un arte de seducción, tus labios saborean y se entreabren para dejar salir sueños húmedos que cubren la lámpara de la habitación de hotel. No se como te llamas, pero en mi mente te llamo Deseo. Tus ojos se humedecen y una lagrima baja hasta mojar tus labios. Siento que te quiero. Tu boca me ofrece un beso salado. Noto tu cuerpo fluyendo sobre mí, te noto disolviéndote en la sal de mi sudor. Eres puro líquido inflamable, déjame prenderte y arderemos juntos. Sin previo aviso te levantas, y noto un hilo que tira de mi. Es un hilo que se te ha quedado enganchado en el cuerpo, sin que te des cuenta, no me sueltes. ¿Qué haces? Te agachas. Me miras distante, triste. Me dices que nunca serás capaz de afrontar el amor. Sonríes evitando mi mirada. Te acurrucas en la sombra y te veo desaparecer. Te disuelves. Al final solo quedan tus ojos, que se despiden. Y te desvaneces. Pero tu olor sigue en mi ropa, porque el humo nunca desaparece del todo. Y el humo azul puede además hacer llorar los ojos aunque estos no puedan ya verlo.