Sombra oscilante bajo una luz cegadora

Se sentía agusto sentado en la sombra, viendo los cuerpos bailar idos y flotando con expresiones místicas y sonrisas de buda. El sudor eran perlas que adornaban las frentes, fruto del placer de moverse y fundirse con la música. Los cuerpos jovenes se teñían del azul de los focos y del reflejo rojo de las paredes lacadas. Los labios de la camarera parecian negros, pero vistos de cerca eran morados como la noche. Se abrieron para mostar unos dientes de cuarzo, brillantes bajo la luz oscura. Detras, las botellas de licor brillaban sobre pequeñas luces que las convertian en bellas joyas de ambar con curvas casi femeninas. El ambiente exalaba sensualidad y calor en las mejillas. Y él observaba, y al respirar saboreaba aquel olor loco que ya no despedian sus propios poros. Cerro los ojos.

Entonces ella comenzó a cantar, al principio era solo una silueta y una voz, luego se hizo la materia, y con ella la perfección. Su pelo liso y negro reflejaba todo un espectro de colores imposibles, el vestido acariciaba su cuerpo mostrandolo con justicia. Los ojos maquillados ligeramente buscaban más alla de las paredes, techos y suelos una imagen. Un recuerdo perdido por la distancia. Mientras, su voz atraveso la estancia y los ojos de los presentes recobraron por un momento la realidad, y parecio que comprendian durante una sola milesima de segundo el universo mismo. Aquella voz era luz en la oscuridad, era como la sombra oscilante bajo una luz cegadora